Cazando con hurones en Cuenca

Un día de caza con hurones en Cuenca: tradición, gestión y emoción

Una jornada con sabor a tierra, a pólvora y a raíces. Así comienza esta intensa jornada de descaste del conejo en Las Mesas, un pequeño pueblo de la provincia de Cuenca, en Castilla-La Mancha, donde el equilibrio entre agricultura y fauna se mantiene gracias al trabajo conjunto de cazadores y campesinos. Acompañamos a Enrique Mena, joven huronero de la zona, en una modalidad tan ancestral como eficaz: la caza con hurones y escopeta, una técnica clave para controlar las poblaciones del conejo común (Oryctolagus cuniculus), cuya sobreabundancia amenaza las viñas y cultivos locales.

Técnica, tradición y una perra excepcional

Enrique, junto a su perra podenca andaluza Bala y una cuadrilla de amigos, se adentra en los parajes secos y desbrozados de Las Mesas. Allí, donde la maleza escasea y las madrigueras se multiplican, el conejo encuentra refugio… y los hurones, trabajo. La jornada se desarrolla en torno a los silencios tensos previos al disparo, los rápidos lances que exigen reflejos afilados, y el incansable ir y venir de Bala, una perra entrenada desde cachorra entre hurones y convertida hoy en pieza fundamental de esta forma de caza.

Cada madriguera se convierte en un escenario cargado de emoción: se introducen los hurones, la podenca se coloca y la cuadrilla espera. Los conejos irrumpen en cuestión de segundos, a veces escapando, otras cayendo tras certeros disparos. Se suceden lances espectaculares, cobros limpios, y explicaciones técnicas sobre armas, cartuchos y comportamiento animal. Enrique destaca que «un hurón, cuando pasa de los tres años, ya no caza para ti, caza para él», en una conversación que ilustra el conocimiento empírico acumulado en generaciones de cazadores.

Una caza necesaria y respetuosa

El vídeo, más allá de la acción, ofrece una reflexión profunda sobre el papel del cazador en la gestión del medio rural. Los daños de los conejos a la vid son cuantiosos: se comen las yemas, pelan la corteza y arruinan cepas jóvenes. En este contexto, la caza no es solo afición, sino herramienta de conservación. Enrique lo resume con naturalidad: «Aquí se caza todo el año salvo en la cría, porque si no, el campo se pierde».

La jornada concluye al atardecer, con las grullas sobrevolando los campos y los hurones recibiendo su recompensa. Una despedida sencilla pero cargada de sentido: la caza, cuando se practica con conocimiento, respeto y propósito, es también defensa del territorio.

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