Cuando el cielo amenaza con romperse en pleno verano, muchos cazadores miran al monte con preocupación. Más allá de los caminos embarrados o las esperas que se frustran, lo que de verdad inquieta al gestor responsable es el impacto que estas tormentas pueden tener en las especies, principalmente perdices, que habitan su coto. Las perdices recién volanderas, los conejos más jóvenes o incluso las codornices asentadas tras el viaje pueden sufrir las consecuencias de unas precipitaciones intensas o de una granizada repentina. Por eso conviene adelantarse y preparar el terreno para ofrecerles abrigo.
Refugios para perdices que salvan vidas
Un sistema eficaz y económico para proteger a la caza menor es la instalación de pequeños refugios fabricados con elementos que cualquiera puede conseguir. La fórmula más extendida consiste en usar dos palés de madera, colocados en forma de tejado a dos aguas y fijados con alambre. Estos tejadillos improvisados, colocados en zonas querenciosas —junto a rastrojos, barbechos, cultivos de cereal o inmediaciones de un bebedero—, ofrecen una primera línea de defensa frente al granizo o las trombas de agua. Para mejorar su eficacia, se pueden rellenar los huecos entre las tablas con ramas de la vegetación local: jaras, escobas o retamas entrelazadas ayudan a cerrar el paso al agua sin desentonar con el entorno.
Es fundamental asegurar bien la estructura al terreno. Si se prevé viento, conviene fijar la base con tierra o estacas para evitar que se desplace y pierda su función, o peor aún, que provoque rechazo entre los animales. Colocar uno o dos de estos refugios por cada cuatro o cinco hectáreas suele ser suficiente, siempre que se ubiquen en zonas bien elegidas. A menudo basta con observar dónde pasan más tiempo las perdices, los conejos o incluso las codornices en sus primeras jornadas de asentamiento.
Mantenimiento y visión a largo plazo
Más allá de los refugios, cuidar los comederos y bebederos tras las tormentas es clave. El barro, las ramas o el agua estancada pueden inutilizar estas infraestructuras si no se revisan con prontitud. Una vez pasado el temporal, conviene hacer un repaso general del coto para restaurar lo dañado y asegurar que los animales disponen de alimento y agua limpia.
La anticipación es la mejor aliada del buen gestor cinegético. Si se aproxima mal tiempo —como ocurre con frecuencia a final de verano, cuando las tormentas aisladas son comunes—, es preferible tener el trabajo hecho. El cazador que entiende el monte como algo más que un lugar de paso sabrá que estos pequeños gestos son los que marcan la diferencia cuando de verdad hace falta.