El Rubio, el gran jabalí del Norte: una historia de perseverancia y emociones a flor de piel
En los montes del norte, donde el silencio se funde con el sonido del viento y los suspiros de los árboles centenarios, se esconde una historia que va más allá de la caza. Una historia de conexión, instinto y respeto por el animal salvaje. Así comienza el relato de “El Rubio”, un jabalí singular, al que el cazador protagonista llevaba tiempo siguiendo y que terminó convirtiéndose en su obsesión cinegética.
La caza al acecho en estado puro
Todo empezó durante una jornada de caza de corzos, cuando, aprovechando las querencias de un robledal asturiano, el cazador decidió montar una espera sobre una baña muy tomada. Tras 45 minutos de silencio, los pasos de un animal rompieron la calma. Un enorme jabalí rubio avanzaba entre los helechos hasta el borde del regato. Pero justo antes de entrar al claro, Candela, su fiel perra, lanzó un pequeño gruñido que lo alertó. El cochino, astuto y desconfiado, se esfumó sin hacer el más mínimo ruido, dejando tras de sí una mezcla de frustración y admiración.
Lejos de rendirse, el cazador volvió días después junto a su amigo Adrián. Juntos, al atardecer, retomaron la vigilancia en el mismo prado. Fue entonces cuando el destino les sonrió: el jabalí apareció en la ladera, subiendo con paso firme. A 170 metros de distancia, con el rifle en calibre .270 y munición RWS Speed Tip Pro, el disparo fue certero. El “Rubio” cayó en seco, sellando uno de esos lances que quedan grabados para siempre.
Un trofeo natural, un homenaje al campo
La emoción al cobrar el animal era desbordante. La perra siguió el rastro con firmeza, y allí estaba: un jabalí de boca perfecta, cabeza imponente y un pelaje claro que justificaba su apodo. El cazador no escatimó en gratitud: a su compañero de batallas, a su perra inseparable, y a todos los que sienten la caza como un compromiso con la naturaleza.
Días más tarde, regresaron al lugar para grabar algunas tomas recreadas. El ciclo natural seguía su curso: los lobos habían devorado los restos del jabalí. Una escena poderosa que cerraba simbólicamente una historia de campo, lucha y respeto.
Un mensaje desde el monte
“Esto no es casualidad”, reflexiona el protagonista. Tras cada éxito hay horas de seguimiento, noches sin disparos y aprendizajes constantes. “El Rubio” representa la recompensa del esfuerzo bien hecho, el valor de esperar, de leer el monte y de saber cuándo actuar. Y también, la alegría profunda de poder compartirlo con quien siempre responde con un “sí”.
Porque la caza no es solo cobrar una pieza. Es una forma de vida.