Una montería de las que hacen afición
En el corazón del parque natural de Despeñaperros, Monterías Riquelme reúne a una veintena de puestos en una jornada marcada por la tradición, la caza responsable y la ilusión compartida. Una montería de cupo —dos reses por puesto— que se convierte en una celebración de lo auténtico, con venados, muflones, gamos y jabalíes como protagonistas de una jornada vibrante, bien organizada y llena de emoción cinegética.
La Mancha del Santo: monte denso, buenos testeros y un sueño montero
La jornada arranca entre nieblas y oraciones, con el sorteo de puestos y las instrucciones claras del equipo de Monterías Riquelme: «no se tiran visos, no se busca medalla, se viene a cazar bien». Una filosofía que impregna cada escena del vídeo. Todos los puestos son testeros, ubicados en cortaderos con visibilidad, seguridad y posibilidades. No se promete éxito, pero sí respeto y monte del bueno.
Los lances no tardan en sucederse. Desde los primeros disparos con rifles Blaser, Browning o Savage, hasta los lances complejos entre encames y jarales, los muflones dan la cara y protagonizan varios de los momentos más intensos del día. También se cobran venados de calidad media, alguna muflona de gestión y jabalíes sorprendentes que irrumpen entre las ladras.
Realas en acción, tiros emocionantes y errores que también enseñan
El vídeo no oculta nada: lances fallidos, disparos complicados y emociones a flor de piel. Un venado acorralado en el cortijo, ladras que se cruzan, decisiones difíciles desde el puesto… Todo forma parte del relato real de una montería. Y es ahí donde este contenido brilla: captura la esencia de lo que significa cazar en grupo, en campo abierto, con la incertidumbre como norma.
La acción se apoya en planos aéreos espectaculares que muestran la orografía quebrada del terreno y refuerzan la sensación de inmersión. El equipo de grabación consigue transmitir la tensión de los lances y la belleza del entorno sin artificios.
Balance final: 60 razones para volver
El plantel, reunido al final en el cortijo de la finca, habla por sí solo: unos 60 animales abatidos entre venados, gamos, muflones y jabalíes, todo en una mancha que llevaba años sin montearse. A pesar de la niebla y la dificultad del terreno, la montería deja un sabor de boca excelente. No solo por la cantidad, sino por el ambiente, el respeto y el compañerismo que se respira en cada plano.