En ocasiones, la naturaleza da sorpresas incluso a quienes han dedicado su vida a rastrear lo salvaje. Es lo que ha ocurrido en las montañas Cíclope de Papúa, donde una expedición científica ha logrado grabar a uno de los mamíferos más esquivos y misteriosos del planeta. Se trata del equidna de pico largo de Attenborough (Zaglossus attenboroughi) de una especie tan extraña que solo se había documentado una vez, en 1961. Desde entonces, ni rastro. Hasta ahora.
El equipo, dirigido por la Universidad de Oxford, instaló más de 80 cámaras trampa en un terreno abrupto, húmedo y lleno de vida. Tras cuatro semanas de expedición, con más de 11.000 metros de desnivel acumulado y jornadas de trabajo bajo condiciones extremas, la imagen llegó justo al final. En la última tarjeta de memoria, revisada el último día, apareció el animal. No hubo celebraciones improvisadas ni gritos de júbilo. Solo una certeza silenciosa: la especie, aunque aún en peligro crítico, sigue viva.
Un hallazgo que recuerda el valor de mirar bajo tierra
Este mamífero de hábitos nocturnos y subterráneos pertenece al grupo de los monotremas, una línea evolutiva que se separó del resto de los mamíferos hace más de 200 millones de años. Tiene púas, hocico largo y una adaptación extraordinaria para excavar. No es cinegético, no es cazable, pero su existencia nos interesa. Porque los cazadores sabemos que lo importante no es solo lo que se caza, sino también lo que se oculta en lo más recóndito del bosque, del monte o de la selva, lo que aún no ha desaparecido del todo. La naturaleza no deja de hablarnos, si sabemos observarla.

En una época marcada por el exceso de información y el deterioro progresivo de los ecosistemas, este tipo de noticias nos recuerdan que hay territorios donde la vida sigue abriéndose paso al margen de todo. Que incluso una especie olvidada puede sobrevivir durante décadas sin dejar rastro. Que no todo está descubierto. Y que el conocimiento del terreno —ese que también tienen los cazadores— sigue siendo tan valioso como la mejor tecnología.
El monte aún guarda secretos que merecen respeto
El hallazgo no se limita a este animal. La expedición también documentó nuevas especies de insectos, un camarón arborícola hasta ahora desconocido y el avistamiento del mielero de Mayr, otra rareza local.
El trabajo de campo fue posible gracias también al conocimiento de los habitantes locales, que guiaron a los científicos hasta zonas inexploradas. Esa combinación de sabiduría del terreno y herramientas modernas es la que puede marcar la diferencia entre la pérdida y el descubrimiento. Igual que en la caza, donde la experiencia sobre el terreno sigue siendo insustituible.





