Los 9 de España: Cap. 1 -El boc balear

Una experiencia extrema en Mallorca que une mar y montaña, pasión y genética, y culmina con un rececho inolvidable al boc balear

No es un trofeo cualquiera, es una reliquia genética viva. En este nuevo capítulo de los cazadores de montaña, viajamos a la isla de Mallorca para adentrarnos en el territorio más exclusivo del boc balear (Capra aegagrus hircus), la única especie de caza mayor presente en Baleares, introducida hace más de 4.000 años por los fenicios. La aventura se desarrolla en el entorno privilegiado de Cala Murta y el cabo de Formentor, en uno de los cazaderos más bellos —y exigentes— de Europa.

El rececho más duro: kilómetros de roca, sol y decepciones

Lo que comienza como una jornada ilusionante, con paisajes de postal y la promesa de un trofeo representativo, se convierte rápidamente en una lucha física y mental. Tras varias horas de rececho y más de 20 kilómetros recorridos entre pedreras y cortados, el primer animal aparentemente válido resulta tener una mancha blanca en el anca: signo inequívoco de hibridación. El trofeo queda descartado, y con él, parte del ánimo del grupo.

Lejos de rendirse, el equipo sigue pisteando por la cresta. La gestión de esta especie exige criterios muy estrictos de pureza genética: los animales cazados deben pasar una evaluación morfológica y documental para certificar que pertenecen al linaje original. Un detalle mínimo, como una mancha blanca, puede invalidar un ejemplar entero. Esa es la dificultad y, a la vez, el valor de este rececho.

Un final a la altura: el boc más puro con vistas al mar

Finalmente, ya con el cuerpo agotado y el sol bajando, logran abatir un macho balear puro. Un ejemplar viejo, muy representativo, que cumple con todos los criterios. Lo hacen en el único coto de Mallorca donde se puede llegar en coche hasta lo más alto del cabo de Formentor, con vistas espectaculares que combinan caza y mar como en pocos lugares del mundo.

La satisfacción es compartida. Luis, Manuel, Pedro y el resto del equipo agradecen la hospitalidad de Gabriel y Rafa, gestores del coto, y destacan la dificultad y belleza de esta modalidad. No es solo caza: es patrimonio, conservación, esfuerzo y respeto por una especie única.

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