Entre rifles, encinas y raíces familiares: una jornada montera en femenino con Carmen Ruiz
Una jornada pasada por agua, pero cargada de emoción y autenticidad, vivida a través de los ojos de una mujer con treinta años de afición montera. El cuarto capítulo de Entre Batidas y Monterías, titulado «Una montera pasional», nos traslada al corazón del Valle de Alcudia y Sierra Madrona para acompañar a Carmen Ruiz, cazadora, profesora de zumba y amante incondicional de los perros de rastro.
Una historia de amor por la caza que empezó en familia
Carmen no necesita presentación entre los suyos: su pasión le viene de cuna, inculcada por su padre y sus tíos en una finca familiar donde crecieron todos los primos entre lances, rehalas y escopetas. La cámara nos ofrece su testimonio más sincero, desde sus recuerdos infantiles hasta el relato de un lance inolvidable con un gran jabalí y su perro favorito, Peleas, que marcó para siempre su vínculo con esta modalidad.
Cazando en “Los Pajares” bajo la lluvia
La jornada se desarrolla en la finca Los Pajares, un enclave con solera en los Montes de Fuencaliente, donde 35 puestos comparten lances y adversidades. La meteorología no da tregua: lluvia y viento castigan el monte, pero la ilusión y el compañerismo logran mantener viva la energía de todos los participantes. Carmen, fiel a su forma de vivir la caza, se entrega al puesto con nervios, intuición y respeto absoluto por los animales.
Los invisibles que sostienen la montería
El capítulo rinde homenaje también a los que no aparecen en las fotos: los muleros y los perreros. Los hermanos Lázaro Picazo representan una estampa clásica que se resiste a desaparecer, y muestran cómo la tradición sigue latiendo a golpe de zancada y soga. Por su parte, los perreros, con jornadas maratonianas, madrugones, kilómetros entre zarzas y un compañerismo que emociona, sostienen la montería desde el silencio.
La caza es mucho más que abatir una pieza
Aunque el día se salda sin disparos para Carmen, el verdadero valor de la montería trasciende los resultados. Lo importante es estar en el monte, compartir con familia y amigos, ver trabajar a los perros y descubrir nuevos rincones. Así lo expresa Carmen al hablar del relevo generacional, que en su caso está garantizado gracias a sus hijas y su sobrino, que ya la acompañan al puesto.
«Una montera pasional» nos recuerda que la caza es emoción, cultura y esfuerzo compartido. Que cada jornada deja huella, incluso cuando no se dispara un solo tiro.