Una batida con sabor a revancha
Las cacerías que se graban en la memoria no siempre lo hacen por la cantidad de lances, sino por lo que uno aprende al enfrentarse al monte sin certezas. Eso es lo que ocurrió en la región francesa de Borgoña, donde un grupo de cazadores españoles fue invitado por Browning a probar, en condiciones reales, los nuevos modelos sintéticos de dos de sus rifles más emblemáticos: el BAR 4X (semiautomático) y el Maral 4X (de cerrojo rectilíneo).
Rifles, batidas y monte cerrado: el trío de la exigencia
La jornada arranca con el recuerdo aún fresco de la anterior presentación del BAR 4X en Normandía, donde el protagonista, Israel, abatió un jabalí inolvidable. Pero esta vez no se trata de estrenar una familia de armas, sino de ampliar una línea que se consolida. Los nuevos modelos —Hunter LH, pensado para cazadores zurdos, y el TRX, diseñado para batidas rápidas y terrenos difíciles— introducen mejoras clave: cañones más cortos y ligeros, cargadores abatibles, y culatas composite regulables, disponibles en varias combinaciones de color.
Con el BAR 4X Composite en mano, y el monte francés por delante, el grupo se dispone a enfrentar cuatro batidas de jabalí y corzo, con el ánimo intacto y los sentidos alerta. Pero la caza, como tantas veces, no lo pone fácil.
Los animales conocen de sobra el terreno. Las ciervas rompen por donde no deben, el corzo no entra a tiro y el jabalí apenas se deja ver. Solo los perros logran sujetar un navajero en la primera jornada, mientras los puestos asisten al silencio. En Francia, el corzo (Capreolus capreolus) se caza también en batida, y aunque para muchos españoles parezca extraño, allí se hace con conocimiento, ética y resultados.
Cuando queda solo un cartucho… y suena
La cuarta y última batida llega con el sabor amargo de no haber podido “poner a prueba” los rifles sobre caza real. Pero entonces, el monte regala un instante: un cochino (Sus scrofa) entra franco, sin titubeos, justo por el ángulo correcto. Israel encaja el BAR 4X, controla la respiración y dispara cuando el jabalí empieza a desaparecer tras un tronco. El impacto, directo al codillo, confirma el acierto y la efectividad del arma.
En ese mismo instante, otro jabalí cruza frente al puesto vecino, y aunque recibe tres disparos, logra escabullirse en el espesor del bosque. Con ese último pulso al monte, concluye una experiencia que, más allá de estadísticas, ha sido un verdadero test de campo para dos rifles que evolucionan sin perder el alma.