CON LA LUNA POR TESTIGO | Temporada 2 | Capítulo 2 I Esperas de JABALÍ

Con la luna como única testigo, Rubén e Israel protagonizan una doble jornada de esperas veraniegas en una finca donde los jabalíes, los daños y la gestión se cruzan con la emoción de la caza selectiva. En un contexto de sobrepoblación cinegética y daños agrícolas en plena sierra, ambos cazadores combinan experiencia, ética y tecnología para afrontar noches intensas. La herramienta clave: el monocular térmico Nocpix Vista, que les permite elegir con precisión el animal adecuado entre decenas de cochinos.

El fallo que enseña más que el acierto

La primera noche no sale como esperaban. Rubén duda, el disparo se complica por la distancia y la linterna delata su posición. El jabalí escapa. El análisis posterior con el térmico confirma el fallo, pero también la necesidad de seguir aprendiendo. Al día siguiente, en plena ola de calor, revisan comederos y se preparan para un nuevo intento, esta vez con más información y más prudencia.

Caza de gestión con principios firmes

En la finca, los daños son constantes: los jabalíes revientan las siembras y hasta las ciervas asaltan el huerto. Rubén no organiza monterías, así que el control poblacional depende de él. Pero ni la presión ni la urgencia le hacen saltarse sus principios: descarta disparar sobre hembras con crías aunque deba abatir 30 o 40 cochinos en verano.

Selección precisa y ética en plena noche

Con la caída del sol, una gran piara desciende al sembrado. Gracias al térmico, logran identificar un macho no reproductor entre más de una decena de rayones. Israel dispara con acierto. Al día siguiente, localizan al animal y confirman que era un macho joven. El monocular térmico ha permitido una caza más ética, segura y selectiva, muy distinta a la de hace décadas, cuando solo se cazaba con linterna.

Cazar, comer, enseñar: una forma de vida

La escena final es tan sencilla como poderosa. Rubén prepara la carne del jabalí cazado, como hace siempre, y defiende la caza como la forma más honesta de obtener alimento. Sus hijos han aprendido a no tener miedo a mancharse las manos de sangre, y eso —dice— es respeto, no brutalidad. Frente a una sociedad que ha desnaturalizado la muerte, él prefiere mirar a los ojos a la pieza y agradecerle su vida.

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