No inventamos nada nuevo cuando hablamos de cazar zorros con cebo arrastrado, pero para muchos cazadores esta técnica sigue siendo una auténtica desconocida. Consiste en crear uno o varios rastros olorosos utilizando vísceras de cabra, oveja u otros animales que resultan especialmente atractivos para la raposa, y colocar un puesto de espera en el punto donde confluyen. Es una modalidad que exige paciencia, planificación y cierta destreza, pero que premia con lances intensos y efectivos.
Aunque muchos aficionados tienden a dedicarle al zorro algún esfuerzo aislado en primavera o verano, lo cierto es que el otoño y el invierno ofrecen también momentos ideales para su control, especialmente cuando se hace por gusto, no solo por obligación. No se trata de trampear ni de disparar al azar, sino de aplicar una fórmula que funciona cuando se sabe cómo, cuándo y dónde ejecutarla. Es una de esas modalidades que permiten al cazador disfrutar del lance con intensidad, sobre todo cuando el objetivo entra siguiendo el rastro sin notar la emboscada.
El rastro, el puesto y la espera
La clave está en preparar bien el terreno. Lo primero es fabricar un cebo eficaz, y para eso nada como los mondongos de oveja o cabra, aunque también sirven los de cerdo, vaca o incluso vísceras de caza mayor. Dejar la carnaza al aire durante un día mejora su capacidad de atraer al zorro y facilita el arrastre. Una vez listo, se puede marcar el rastro a pie, pisando primero la carne para ocultar el olor humano, o ayudándonos de un vehículo si el terreno lo permite. Lo ideal es trazar varias líneas desde distintos puntos que desemboquen en el lugar elegido para la espera.
Ese puesto debe reunir condiciones básicas: visibilidad, discreción y control del viento. Si el aire nos delata, lo mejor es marcharse. El zorro, sobre todo el adulto, no suele perdonar ese fallo. El campo de tiro debe permitir disparar con margen, incluso si el animal nos detecta y trata de huir. Cuando todo está dispuesto, solo queda aguardar. El camuflaje visual ayuda, pero es más importante aún no moverse. La raposa percibe el más mínimo gesto, y muchas esperas se arruinan por una mala gestión de los nervios.
En el momento clave, cuando aparece el zorro, muchas veces entra confiado y decidido, siguiendo el aroma con la nariz baja, ajeno al peligro. Es entonces cuando el cazador debe resolver con calma. Una munición adecuada, como el cartucho del 00, proporciona seguridad en tiros a corta y media distancia, incluso cuando el animal ya empieza a girarse para escapar. Si todo se ha hecho bien y el territorio está habitado por zorros, lo normal es que alguno cumpla, sobre todo en la última luz del día o con noches de luna.
Cazar zorros con esta técnica no solo es una forma de gestión, también es una modalidad apasionante que recupera el sabor clásico de la espera. Y cuando llega el primero, no se tarda en repetir.