Una jornada intensa con rehalas al límite, tiros de oído y un venado de 14 puntas como recompensa
En el corazón de Extremadura, la sierra de Navalvillar de Pela acogió una de esas monterías que no se olvidan. El episodio 13 de la temporada 22/23 de Monterías Hornady nos traslada a un terreno exigente, donde el monte cerrado, la densidad de cochinos (Sus scrofa) y venados (Cervus elaphus), y la ausencia de visibilidad ponen a prueba el temple del cazador. Aquí no hay testero ni vino: hay que cazar de oído, con los sentidos en tensión y el respeto por bandera.
Desde primeras horas, la expectación se palpa en el ambiente. Cazadores llegados desde Aragón, Valencia y otros rincones del país comparten migas, risas y buenos augurios antes de iniciar el sorteo. Se emplean rifles Merkel y municiones Hornady SST y ELD-X, muy valoradas por su parada en acción rápida. La organización corre a cargo de Cinegética Cihara, con Mario Díaz al frente, y nada se deja al azar: 20 rehalas, monte cebado durante meses y un dispositivo de seguridad impecable.
Monte duro, tiros rápidos y perros que lo dan todo
A los cazadores les espera el puesto número 2 de la Traviesa Chica, una de las armadas más duras por su vegetación cerrada. Desde allí, el equipo —Chema, Iván, José Fonta, Turri y Luis— solo tiene una posibilidad: anticiparse al cruce por un claro de apenas 6 metros. Como explica uno de los protagonistas, «aquí manda el oído, no la vista». En el fragor de las ladras, llega el momento culminante: un venado espectacular de 14 puntas rompe el monte por la izquierda y cae tras un certero disparo al pecho, dejando un generoso rastro de sangre.
El cobro del animal se convierte en una emocionante búsqueda de 80 metros hasta encontrarlo en la sierra que lo vio nacer. La escena final, con el trofeo en las manos, resume el espíritu de la montería española: esfuerzo, respeto, compañerismo y emoción verdadera.
Defensa del mundo rural y del papel clave de la caza
La jornada termina como mandan los cánones: alrededor de la mesa, comentando los lances y reflexionando sobre el papel de la caza como motor del mundo rural. Desde Navalvillar se alza una voz clara: sin caza, sin agricultores y sin ganaderos, el equilibrio medioambiental no es posible. Frente a los ataques del ecologismo radical, los cazadores reivindican su papel como conservadores del territorio y dinamizadores del campo.
No todos los puestos tuvieron suerte, pero todos vivieron la esencia pura de la caza en su versión más real y salvaje. Y mientras uno piensa ya en la siguiente jornada, queda el sabor de una montería auténtica, de esas que hacen afición.