La Luna de las Flores, como se conoce tradicionalmente a la luna llena de mayo en el hemisferio norte, alcanzó su punto de máxima iluminación el pasado 12 de mayo a las 18:56. Aunque en ese momento no fue visible por estar aún sobre el horizonte diurno, esa misma noche se elevó mostrando todo su esplendor. Para el mundo cinegético, esta fase del calendario lunar es mucho más que un fenómeno astronómico: marca un punto de inflexión en el comportamiento de la fauna, especialmente en especies como los jabalíes, los corzos o los zorros. En torno a la luna llena, muchos cazadores observan variaciones en la actividad de los animales, especialmente en las horas crepusculares y nocturnas, algo que condiciona tanto las salidas de espera como los movimientos en rececho.
El monte cambia con cada fase: atención a la menguante actual
Hoy, 21 de mayo, la luna se encuentra ya en fase de cuarto menguante, con menos del 40 % de su superficie iluminada. Esto significa que entramos en una etapa donde la actividad nocturna de los animales comienza a descender ligeramente, se reduce la visibilidad en las noches claras y aumenta la presión alimentaria diurna, factores todos que el cazador debe tener en cuenta. Por ejemplo, en el caso del corzo, cuya actividad territorial sigue muy marcada a estas alturas de mayo, el cambio de luz lunar puede desplazar sus salidas al clarear o justo antes del anochecer. Lo mismo ocurre con las especies más esquivas, como los grandes jabalíes.
La siguiente luna nueva será el 27 de mayo, y marcará el inicio de un nuevo ciclo, propicio para analizar de nuevo los querenciosos y actualizar previsiones. Desde entonces, y hasta el cuarto creciente del 3 de junio, volverá a haber cambios paulatinos en la forma en la que la fauna ocupa los espacios, algo que puede condicionar desde la colocación de un puesto hasta la elección del momento para montar una cámara trampa. Todo cazador que planifica sus salidas con criterio sabe que las fases lunares no determinan por completo el éxito de una jornada, pero sí influyen en el patrón de movimiento de muchas especies, y por tanto, conviene tenerlas siempre en cuenta.
A lo largo de estos días también se percibe en el cielo una transición entre las constelaciones de invierno y las de verano, visibles en las horas finales del rececho. Si se sale al campo al amanecer o tras la caída del sol, las noches de luna creciente o llena permiten reconocer el cielo sin necesidad de instrumental, sumando una dimensión más a la jornada cinegética: la de conectar con el ritmo natural del entorno. Aunque la tecnología ha cambiado muchas cosas, la luna sigue marcando su compás. Y para quien caza atento a los detalles, el calendario lunar es todavía una herramienta útil para conocer mejor a sus presas y al monte que pisa.