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Los huertos solares provocan la muerte de más de 17 millones de aves cada año, según un estudio científico

Palomas sobre placas solares.

Palomas sobre placas solares. © Shutterstock

Un reciente estudio científico ha puesto cifras a un problema que hasta ahora había pasado desapercibido en el relato oficial sobre las energías renovables: los huertos solares podrían causar la muerte de más de 17 millones de aves cada año en todo el mundo. El trabajo, elaborado por la investigadora Patricia A. Fleming, de la Murdoch University (Australia), y publicado en la revista Renewable and Sustainable Energy Reviews, constituye una de las revisiones más completas realizadas hasta la fecha sobre los efectos de estas infraestructuras en la fauna.

Una trampa ecológica mortal

La investigación describe cómo los paneles solares reflejan la luz del sol de forma similar al agua, generando un fenómeno conocido como contaminación lumínica polarizada. Este efecto óptico confunde a las aves acuáticas, que descienden creyendo que van a posarse en un lago o estanque, lo que las lleva a chocar contra las estructuras o a morir deshidratadas al quedar atrapadas en un entorno artificial sin agua real.

El brillo de las placas también atrae insectos, lo que convierte a estas instalaciones en falsos puntos de alimentación para aves insectívoras y murciélagos. Todo ello configura lo que los científicos denominan «trampa ecológica», un entorno que simula condiciones favorables pero expone a los animales a un alto riesgo de muerte.

Más allá de las aves: impactos en la fauna y el paisaje

El trabajo señala que los efectos negativos no se limitan a la avifauna. Reptiles, tortugas, murciélagos y pequeños mamíferos también se ven perjudicados, en muchos casos por los vallados perimetrales que restringen sus movimientos y aumentan su vulnerabilidad frente a depredadores.

Asimismo, se documentan cambios en el microclima de las zonas cercanas a las placas, alteraciones en el paisaje que fragmentan hábitats y dificultades añadidas para los desplazamientos migratorios. Según el estudio, muchas de estas plantas se construyen sin estudios ecológicos previos suficientes ni mecanismos de seguimiento posteriores.

Conflictos en el medio rural

Más allá de los daños ambientales, la expansión de las grandes plantas solares está generando conflictos sociales. En Andalucía se han iniciado expropiaciones masivas de olivos para levantar nuevas instalaciones, y en Málaga se denunció que un proyecto en Almargen amenazaba al sisón común, una especie esteparia en peligro de extinción. Estos casos han desatado la oposición de agricultores, ecologistas y cazadores, que ven en estas infraestructuras una amenaza para el paisaje y las formas de vida rurales.

¿Existen alternativas?

El estudio de Fleming plantea posibles soluciones, como el uso de recubrimientos especiales que reduzcan los reflejos de los paneles, la instalación de vallados permeables, la reserva de corredores ecológicos o la aplicación de medidas compensatorias. Sin embargo, advierte de que estas iniciativas todavía no se han generalizado, mientras que el despliegue acelerado de plantas solares, impulsado por subvenciones públicas, avanza sin la debida planificación ambiental.

La investigación concluye con un mensaje claro: la transición energética no es neutra para la naturaleza. Lejos de los discursos triunfalistas, la proliferación de huertos solares sin criterios ecológicos puede convertirse en una seria amenaza para millones de animales y para la biodiversidad en su conjunto.

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