Tres días de caza, turismo rural y una lección de humildad en la montaña
La caza del corzo (Capreolus capreolus) puede parecer sencilla a ojos ajenos, pero quienes la practican saben que también es una disciplina exigente, imprevisible y profundamente emocional. En este cuarto capítulo de la serie «El Corzo de Hornady», el equipo se adentra en las montañas de los Ancares gallegos, donde naturaleza, cultura y fauna se entrelazan en una experiencia que va mucho más allá del lance.
Han sido tres días de caza intensa, combinados con visitas culturales a la zona. La niebla, las condiciones del terreno y la aparición constante de rastros de lobo han puesto a prueba la resistencia del grupo. Acompañados por José y Fernando, miembros de la sociedad de caza local, los protagonistas no solo buscan un trofeo, sino entender cómo se gestiona el corzo en un territorio tan singular.
Fallos, reflexiones y el acierto final de una estrategia paciente
El vídeo muestra momentos de duda, como un disparo fallido a larga distancia que deja al cazador frustrado y con la sensación de haber perdido una oportunidad irrepetible. A pesar de las condiciones adversas, el grupo no se rinde. Se adaptan, cambian de zona y esperan con paciencia en campas despejadas, confiando en que el corzo se deje ver a media mañana, cuando el pasto húmedo ya no incomode.
La gestión cinegética local se detalla con precisión: 5.000 hectáreas de coto, 10 precintos anuales y una clasificación que agrupa selectivos y trofeos bajo una misma licencia, algo que genera debate entre los cazadores. Se plantea la posibilidad de adoptar modelos como el alemán, más específicos y eficaces.
Entre rececho y espera, se cuelan momentos de cocina: una salsa espesa a base de harina de maíz, apta para intolerantes al gluten, da testimonio del otro placer de la caza: compartir, cocinar y disfrutar de lo que la naturaleza ofrece.
Un corzo viejo, un lobo persistente y un final con sabor a victoria
A pesar de la presión de los lobos, que alteran los hábitos de los corzos y complican su localización, el equipo logra abatir un macho viejo de seis puntas, posiblemente avistado el primer día. Un animal con marcas en la espalda —quizá por una alambrada— que simboliza la culminación del esfuerzo colectivo.
El vídeo concluye con gratitud hacia los anfitriones de Balouta y un claro mensaje: el corzo gallego es más pequeño, más desconfiado y más sabio que en otras regiones, pero también más desafiante y apasionante.