Un viaje cargado de ilusión, ética y aprendizaje cinegético
La caza del corzo (Capreolus capreolus) es mucho más que el lance. Para quienes la viven con intensidad, es una búsqueda constante de conocimiento, ética y conexión con el entorno. En este nuevo episodio de El Corzo de Hornady, el protagonista se adentra en los Ancares leoneses, una joya natural en la frontera con los Picos de Europa, donde el corzo se ha consolidado como un recurso turístico y de gestión ejemplar.
El destino es Balouta, donde se encuentra un coto social gestionado por una junta de sociedades locales. Allí, de la mano de José y Fernando, el equipo vivirá jornadas de rececho en compañía, compartiendo experiencias entre padre e hijo, y descubriendo los desafíos reales que implica una caza verdaderamente sostenible.
Ética, enfermedades y tradición: el verdadero papel del cazador moderno
A lo largo del capítulo, se plantean reflexiones clave sobre el papel del cazador como gestor responsable. Se apuesta claramente por la caza de ejemplares selectivos —corzos viejos, degenerados o con malas características genéticas— en lugar de aquellos jóvenes con grandes trofeos, cuya retirada temprana puede comprometer la salud poblacional de la especie.
Se analizan también las enfermedades emergentes que afectan al corzo en España, como la oestrosis nasal, la hipodermosis y los brotes de piojos y moscas carniceras, todas ellas relacionadas con densidades elevadas y falta de gestión. El vídeo insiste en que, aunque no existe una ciencia exacta, la observación, el sentido común y el compromiso del cazador son claves para evitar que la naturaleza regule con más dureza de lo que lo haría un disparo bien ejecutado.
En paralelo a la jornada cinegética, el equipo visita el caserío Meiroi, ejemplo de recuperación rural tras un incendio gracias a la solidaridad de la comunidad. Allí, Carmen cocina un estofado de carne de corzo, demostrando que la gastronomía es también una forma de rendir homenaje a lo cazado.
Un lance final que resume todo el aprendizaje
Tras varias corzas avistadas y un macho joven al que se decide respetar, finalmente se abate un corzo selectivo, un ejemplar con cuerna poco desarrollada y sin luchaderas. El protagonista asume con orgullo el papel de cazador-gestor, consciente de que esas decisiones, aunque menos vistosas, son las que construyen el futuro del monte.
El capítulo concluye con una promesa: corregir errores y seguir aprendiendo en la segunda parte, profundizando en la riqueza natural y cinegética de los Ancares.