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Corzos y jabalíes en Hungría

CORZOS-JABALÍES-HUNGRÍA

Recechos de corzo y espera de jabalí en un país donde el furtivismo es cero

Hungría es el destino soñado de muchos cazadores europeos, y no es casualidad. La altísima densidad de corzos (Capreolus capreolus) y la posibilidad real de abatir trofeos de más de 600 gramos convierten sus llanuras agrícolas en un paraíso cinegético. En este viaje, Álvaro García cumple su sueño de cazar en estos terrenos, acompañado por el guarda Arnold y su amigo José Antonio.

Desde su llegada a un pequeño pueblo a orillas del Danubio, el protagonista nos guía por una experiencia de caza rigurosa, ética y exigente, donde cada lance requiere lectura del campo, paciencia y serenidad.

Dos recechos y una lección de campo

El primer corzo llega pronto, tras una entrada sigilosa entre siembras. Un macho adulto de unos 400 gramos cae fulminado tras un tiro limpio con un rifle del calibre .270, elegido por Álvaro debido a una antigua lesión de clavícula. No se trata sólo del disparo, sino de todo lo que precede al lance: el madrugón, la observación, la emoción contenida y el respeto por el animal.

Poco después llega el segundo rececho, mucho más complicado. En una llanura sin cobertura, deben avanzar arrastrándose, agachándose cada vez que el animal levanta la cabeza. El disparo, a más de 200 metros, culmina otro lance impecable. Un corzo de unos 330 gramos y cinco años, abatido en su hábitat natural con todo el cuidado del mundo.

José Antonio destaca la calidad de los trofeos y el trabajo incansable de los guardas húngaros, que conocen a la perfección cada rincón del coto y hacen posible que el cazador sepa en todo momento qué animal debe seleccionar. En Hungría, dice, el furtivismo es cero y la gestión es total.

Un jabalí de 160 kilos al caer la noche

Aunque no es esperista, Álvaro acepta el reto de una espera nocturna al jabalí (Sus scrofa). Desde una torreta observan cómo entra un gran macho al comedero. El disparo va un poco alto, así que deciden esperar antes de pistear. Finalmente, siguiendo el rastro de sangre, localizan un impresionante jabalí de entre 150 y 160 kilos, con una mandíbula espectacular.

Este tercer lance cierra un día completo: dos corzos seleccionados con precisión y un jabalí excepcional. Pero lo que realmente destaca en esta jornada es el respeto, la planificación y la emoción contenida que define la verdadera caza.

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