La vuelta de Rubén y el rastro de un viejo macareno
Rubén arranca una nueva temporada de esperas al jabalí en la Sierra Sur de Albacete, con la luna como testigo y un viejo recuerdo en la mochila: el alfa, ese jabalí que le enseñó más por lo que le costó que por el trofeo en sí. Esta vez, no estará solo. Le acompaña su amigo y compañero de profesión Israel Hernández, director de Jara y Sedal, CEO de Innova Ediciones y rostro de Cazaflix, con quien comparte una forma de entender la caza auténtica, sencilla y de verdad.
Una noche especial: amistad, raíces y ética cinegética
El capítulo se enmarca en la noche de San Juan, un momento cargado de simbolismo y tradición. En sus conversaciones, Rubén e Israel reflexionan sobre lo que hace mágica a una espera: la dificultad, la historia que hay detrás, el recuerdo imborrable del animal que no se cazó. Y también sobre algo aún más importante: la compañía. Porque en el monte, las amistades que se forjan son de las que duran toda la vida.
El térmico como herramienta, no como atajo
Uno de los ejes del capítulo es el uso de los nuevos dispositivos térmicos Nocpix. Rubén e Israel prueban los modelos Lumi y Vista, capaces de detectar animales a más de 2.000 metros. Pero lejos de caer en el tópico del debate, el capítulo ofrece una visión madura: el térmico no sustituye la emoción, la transforma. Ayuda a ver lo invisible, a evitar errores, a cazar con más certeza. Pero no regala el lance, ni reduce la dificultad.
«El térmico no nos hace mejores, pero sí más justos», afirma Israel. Y lo demuestra con una noche donde la observación de dos jabalíes peleando a 400 metros no habría sido posible sin esta tecnología.
Un disparo que resume toda una filosofía
Rubén, tras muchas dudas, acaba disparando a un jabalí a 170 metros, gracias al térmico y al aliento de su compañero. La escena, tensa y real, culmina una noche donde no solo se cazó: se recordó, se compartió y se reafirmó la esencia de la espera.