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Cómo hacer que tu perro cobre de todo: perdices, palomas o patos

Un perro de caza cobrando un pato.

Un perro de caza cobrando un pato. © Shutterstock.

Todo cazador sabe que el lance no termina hasta que la pieza abatida llega a la mano. Un buen perro cobrador acorta ese intervalo y, además, lo hace de forma limpia, rápida y eficiente. Aunque algunas razas, como el braco alemán, presentan una predisposición natural para el cobro, obtener un perro eficaz en esta disciplina requiere una correcta selección del cachorro y una base de adiestramiento bien planteada desde sus primeros meses.

El primer paso es elegir bien. En cualquier camada, y especialmente en razas continentales, hay cachorros con mayor instinto cobrador que otros. Detectarlo requiere pruebas que vayan más allá del carácter o la morfología. Evaluar su reacción frente a piezas vivas —como una codorniz alicortada o un conejo— permite identificar aptitudes innatas como la curiosidad, la sujeción o la capacidad de rastreo. El objetivo no es tanto que atrapen la pieza, sino que muestren interés, la porten sin miedo y comiencen a asociar ese olor con una experiencia positiva.

Una vez elegido el ejemplar más apto, el trabajo debe continuar de forma individualizada. El cobro forzado no debe iniciarse antes de los cinco o seis meses, y es un error frecuente sacar al cachorro junto a un perro adulto, ya que no tendrá oportunidad de intervenir ni de aprender por sí mismo. Las sesiones deben adaptarse a su edad y progresar con coherencia. Primero en tierra firme, después en zonas con agua poco profunda, y más adelante en láminas mayores, donde el cachorro aprenda a nadar y a recuperar piezas en escenarios reales.

En Europa los perros se acostumbran rápido al cobro de piezas como el faisán. © Shutterstock.

La importancia de consolidar el cobro con experiencias positivas

En las primeras salidas al agua, es recomendable que el animal toque fondo con facilidad para generar confianza. Una vez asentado este paso, se pueden introducir ejercicios en zonas más profundas, siempre asegurando que las experiencias sean satisfactorias. Si se utiliza un pato alicortado para motivar al cachorro y finalmente no consigue alcanzarlo, conviene sustituirlo sin que el animal lo perciba por una pieza muerta que sí pueda cobrar. El aprendizaje no debe cerrarse nunca con una frustración, ya que el perro podría asociar negativamente el entorno acuático o el tipo de trabajo.

El seguimiento del progreso debe ser constante. Anotar la respuesta del cachorro ante diferentes estímulos —rastros, presencia de agua, piezas nuevas— permite establecer un perfil claro de sus fortalezas y áreas de mejora. Este registro, además, ayuda a adaptar el programa de adiestramiento según evolucione el animal.

El cobro no es una habilidad que se imponga, sino que se cultiva. Si se desarrolla con criterio, sin saltarse etapas y manteniendo una línea clara de estímulo positivo, el perro no solo será útil en el campo, sino que mejorará la eficacia del cazador y la recuperación de piezas heridas, contribuyendo a una caza más completa y responsable.

Formar un buen cobrador no es cuestión de semanas. Requiere observación, paciencia y conocimiento del comportamiento canino. Pero, cuando se logra, el resultado marca la diferencia en cada jornada de caza. Y todo comienza con una buena elección y un adiestramiento bien dirigido desde el primer día.

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